Todos los días hay que celebrar el amor, pero en el mes de febrero el amor tiene su máximo representante, San Valentín. Ese 14 de febrero en el que millones de enamorados quieren demostrar a esa persona especial lo que sienten por ella.
Amor, qué bonito. Amor por otra persona, no importa si es del mismo género, ni si es del mismo color o nacionalidad, o si tiene 18 u 81 años. El amor es respeto, el amor es cariño.
Amor por el prójimo, no importa su género, ni raza, ni edad. Todos somos personas y nos debemos un respeto y un ¡déjame vivir mi vida!. Amor por la naturaleza, por los animales, por todo lo que nos rodea y que no siempre apreciamos.
Y como no, amor por la comida. Cuando pruebas un plato y notas cómo las papilas gustativas empiezan a detectar esos sabores que explosionan en tu boca y te traen a la memoria recuerdos que pensabas olvidados, como ese sabor peculiar a clavo que tu abuela echaba al estofado de carne. O ese recuerdo de los domingos de verano en los que tu padre preparaba la ensaladilla rusa resaltando que era la mejor del mundo. O de esos días fríos y lluviosos de tu juventud en los que llegabas a casa y al abrir la puerta te invadía el olor a lentejas recién hechas, y que por entonces odiabas, y que resulta que ahora te encantan, aunque no te terminan de salir igual de ricas que a tu madre.
Amor, ¡qué bonito!, pero siempre, siempre amor con respeto.